Day Zero: El Rey de la Selva
Tras los trágicos sucesos ocurridos hace dos años en el festival BPM, la escena electrónica en la Riviera Maya ha cambiado. Playa del Carmen ha dejado de ser el centro de la vida nocturna, y nuevas alternativas han emergido para intentar llenar el vacío que dejó el épico festival de diez días, todas ellas teniendo lugar en Tulum y sus alrededores. Muchas de ellas aún no encuentran su propia voz, su propio estilo. Carecen de esa magia que hacía del BPM un festival único en su categoría.
Sin embargo, desde hace seis años (mucho antes de que la escena en ese lado de la Riviera comenzara a crecer) se cocinaba un proyecto muy distinto que terminaría por adueñarse de Tulum: Day Zero. Esta fiesta, liderada por el genio de la música y de los eventos Damian Lazarus, es hoy por hoy la mejor.
La primera edición de este evento se llevó a cabo en la transición del 20 al 21 de diciembre de 2012, el día exacto en el que los mayas había predicho el fin del mundo como lo conocemos. Esta celebración fue un éxito rotundo: había nacido una fiesta icónica en una región paradisiaca. Ésta, junto con la de 2014, se celebraron en Playa del Carmen.
En 2015 migraron a la selva. Algo los comenzaba a llamar hacia otros territorios, y cada vez necesitaban más espacio para poder recibir a toda la gente que quería formar parte de esa nueva experiencia. Comenzaban a despegarse más claramente del circuito de BPM y ofrecían una alternativa para aquellos que consideraban que el ambiente de Playa ya estaba muy viciado.
En 2016 encontraron finalmente la que hoy en día sigue siendo su casa: el cenote Dos Palmas en Tulum. Este lugar es una verdadera joya natural, el escenario perfecto para una fiesta que busca rescatar y resaltar la riqueza natural y cultural de esa región de nuestro país. El escenario natural, entremezclado con la curaduría musical de Lazarus, crearon un deleite sensorial único. 2017 los vio regresar una vez más al cenote, el evento tuvo lugar tan sólo tres días antes del incidente de BPM en el Blue Parrot de Playa del Carmen, que dejó tras de sí a cinco muertos y varios heridos.
Day Zero se tomó un año sabático después de lo sucedido, mucha gente comenzó a especular sobre si esta fiesta regresaría a tierras mexicanas. Sin embargo, tras mucha espera, se anunció la sexta edición del festival, que volvería a Dos Palmas y se celebraría el 11 de enero de 2019.
Y vaya que fue un gran regreso.
Para el lineup de este año, se anunciaron dos escenarios y quince artistas: el roster más grande de Day Zero a la fecha. Este talento nacional e internacional se encargaría de llevarnos en un viaje que comenzaría a las cinco de la tarde y que terminaría al mediodía del día siguiente.
A pesar de viajar con regularidad a la península maya y haber estado en dos ediciones de BPM, ésta era la primera vez que asistiría a Day Zero. Factores ajenos no me permitieron llegar temprano a Chemuyil, lugar donde nos entregarían nuestras pulseras de acceso y nos llevarían al festival. Estuve ahí pasada la medianoche, y tuve que hacer una fila de poco menos de dos horas, debido a una emergencia médica que impidió el paso de los shuttles a su destino. La espera fue larga, pero valió cada segundo.
Una vez dentro del transporte, pude ver cómo detrás de mi desaparecía la civilización mientras me comenzaba a internar en selva. El recorrido duró veinte minutos y el transporte nos dejó en la entrada del cenote. El lugar estaba casi sumergido en la oscuridad, a excepción de algunos reflectores de colores que guiaban a la gente a su destino. A medida que caminaba, se volvía más y más clara la música. El paso estaba decorado con diversas decoraciones, que se hacían más presentes conforme avanzaba. Cuando finalmente llegué, no podía creer lo que estaba viendo. Un enorme pedazo de selva, decorado de manera orgánica pero muy bien cuidada, donde todo sucedía al mismo tiempo: gente comprando comida y bebida, rituales basados en la cultura mexicana prehispánica, espectáculos de luces y de acrobacias. Todo esto con un fondo musical impecable.
El escenario principal era impresionante: una estructura de madera, que se entremezclaba de manera perfecta con el resto de la selva, apuntalada por dos enormes torretas de bocinas Funktion One. El sonido era impecable, y la música maravillosa. En ese momento Bedouin estaba a cargo del escenario principal, mientras que Serge Devant movía la pista en The Club, el segundo escenario del evento. Yo me deleité con Bedouin y el espectáculo de “cuerda floja” que se ofrecía a un costado del escenario principal, iluminado por luces de distintos colores y antorchas. Yo seguía anonadado por la experiencia que estaba viviendo.
Más tarde vino Black Coffee, a quien ya había tenido el placer de escuchar. Entonces, me dirigí al escenario secundario, que era otro ambiente igual de impresionante dentro del mismo ecosistema de Day Zero, para ver el cierre de Serge Devant y escuchar a Dj Tennis. Lo envolvente de la oscuridad, la cantidad de árboles que rodeaban el sitio y las luces que parecían emanar de todos lados le daban sentido al nombre The Clu: yo me sentía en un enorme antro selvático.
Dj Three fue, a mi parecer, lo mejor de la noche. Pasó por el techno, por el house y por el tech house, manteniendo siempre un ritmo dinámico y cohesivo. Con su música llegó el principio del amanecer, y él amablemente bajó por unos minutos el ritmo para recibir al sol y cederle el lugar a Vivie-Ann de BLOND:ISH, una de las consentidas en éstas fiestas y en el caribe mexicano. Ella sólo mantuvo el ritmo apaciguado que le otorgaron por un par de tracks, para después pisar el acelerador y no quitar el pie de él sino hasta el último minuto.
Al mismo tiempo (y hasta que la fiesta terminó) tocó Damian Lazarus en el escenario principal, con un set ecléctico y mucho más melódico, que iba acorde con la escena que otorgaba la luz de día que comenzaba a bañar la selva. La manera en la que Lazarus se desenvolvía e interactuaba con su audiencia dejaba claro que se sentía en su ambiente natural: estaba feliz de estar en casa una vez más.
Vivie-Ann terminó de hacernos bailar a las once de la mañana, y para ese entonces yo ya estaba listo para partir. Mi cuerpo pedía descanso. El regreso fue mucho más eficiente, tomé un shuttle que me dejó en el centro de Tulum, caminé un par de cuadras y llegué a mi destino.
Al día siguiente, seguía intentando procesar todo lo sucedido. Nunca había visto un nivel de producción así de cuidado, nunca había tenido el placer de oír tan buena música en un lugar así de cautivante. Day Zero le hace honor a la fama que le precede. Está destinado a convertirse en una experiencia emblemática para la zona, como en su momento lo fue BPM. Tras un año de ausencia, regresó con más fuerza que nunca, para reclamar su trono en la selva.